Reinterpretar el pasado con la pretensión de que se aúne el rigor documental y la figuración de una recreación dirigida a los ciudadanos pero con la participación de estos. De lo que se trata es de representar acontecimientos históricos con impacto local sobre la base de su teatralización, de su recreación, donde la ficción con pretensión de veracidad encuentre acomodo. No es más que hacer público lo que ya no puede dejar de serlo.
Recreaciones del pasado: la presencia de lo ausente
Por Santiago Palacios
Pocas iniciativas relacionadas con nuestro pasado como sociedad tienen un componente más público que el recreacionismo histórico. Pocas democratizan del mismo modo el acceso a una forma de conocimiento del tiempo pretérito y fomentan tanto la participación ciudadana en actividades relacionadas con la historia. Y pocas, sin embargo, o precisamente por esa transversalidad social, por su popularidad en aumento y, ante todo, debido a la falta de control por parte de las instituciones académicas oficiales, sufren mayor desdén y están expuestas a mayor grado de ridiculización por algunos de los que se consideran historiadores profesionales.
Por mucha investigación concienzuda realizada acerca de los elementos materiales e inmateriales que dan forma a ese momento o acontecimiento, por mucho tiempo y dinero que se haya invertido en reproducir con fidelidad esa cultura material incluso en los detalles más insignificantes, con independencia también del esmero que se haya puesto en replicar comportamientos, lenguaje y acciones y sin tomar en consideración el beneficio divulgativo que estos acontecimientos proyectan en la sociedad, las suspicacias son enormes en determinados ambientes.
Ahora bien, el mundo del recreacionismo es complejo y, en ocasiones, puede ser igualmente elitista y excluyente. La competitividad entre los aficionados o el prurito de llevar hasta las últimas consecuencias alguna de sus actividades, hace que existan reglas precisas para la participación en determinados eventos, o que se descarguen duras críticas sobre quienes, por impericia, bisoñez, falta de recursos o simple descuido, cometen algún error en su indumentaria o atrezzo, por pequeño e inapreciable que pueda ser. Y no olvidemos el exponencial aumento del negocio con relación a esta actividad, y en el que, dependiendo de la época tratada, internet se ha convertido en un gran mercado donde conseguir no solo réplicas fidedignas de objetos, armas o vestimentas, sino auténticas antigüedades que, en ocasiones, escapan al control de las autoridades competentes.
Más allá de los acontecimientos lúdicos de vaga inspiración histórica que llenan el calendario de amarillentas fiestas de interés turístico regional o nacional, y a años luz del mercadillo medieval, crecen las iniciativas, asociaciones y grupos que convocan a recreacionistas de todo el mundo para dar materialidad a la historia, para hacerla viva (living history), para practicar verdadera arqueología experimental y, en última instancia también, para lucir las últimas adquisiciones, compartir experiencias, técnicas o conocimientos en relación con un interés compartido. Más allá del hobby y de las motivaciones particulares o más banales, late en estos apasionados de la historia un verdadero deseo por aprehenderla en sentido literal, por estudiarla en sus detalles cotidianos y por transmitirla a la sociedad. Tomemos en consideración el poder evocador de estas recreaciones y su capacidad para complementar el discurso historiográfico. También evidenciemos sus limitaciones y complejidades, pero hagámoslo sin complejos ni prejuicios.
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¿Qué es una recreación histórica?