Cine y documental: las imágenes de un ayer recreado

El cine y el documental son las dos formas de relatar el pasado en donde más ha fructificado la idea de que no hay posibilidad de circunscribir sus interpretaciones en el seno de una disciplina. La inmersión que del pretérito se hace a través de la imagen, la mayoría de las veces, relatada, incrementa la apertura en líneas que fracturan la convención. Y en ese despliegue residen las posibilidades enunciativas del medio visual y su capacidad para desatar las interpretaciones más fascinantes entre quienes visualizan sus artefactos.

José María Caparrós, en su artículo, «Enseñar la historia contemporánea a través del cine de ficción». nos permite una primera reflexión sobre didáctica del cine para el análisis histórico. El artículo, escrito en Quaderns de Cine en 2007, da comienzo de esta forma:

«Que el arte cinematográfico es un testimonio de la sociedad de su tiempo, hoy nadie
lo duda. Es más, el film es una fuente instrumental de la ciencia histórica, ya que refleja,
mejor o peor, las mentalidades de los hombres de una determinada época. Además, las
películas pueden ser un buen medio didáctico para enseñar la historia contemporánea.
Obviamente que la evocación de la Historia ha supuesto para el cine uno de los
géneros primigenios y más populares. En la actualidad, el film histórico se confunde con el
cine de ficción, pues toda película es de algún modo histórica, viene a ser –diría el primer
especialista Marc Ferro– un “contra-análisis de la historia oficial”; pues no interesa tanto el
rigor de la reconstitución del pasado, sino cómo ven ese pasado los cineastas de hoy,
influidos por lo que se piensa del ayer en ciertos estratos de la sociedad del momento. A
veces –añadiría su colega Pierre Sorlin–, las películas nos “hablan más de cómo es la
sociedad que las ha realizado” que del referente histórico que intentan evocar.
Este discurso introductorio no resulta gratuito si queremos aproximarnos a las
nuevas vías de investigación del cine mundial, si pretendemos coger –nunca mejor dicho–
“el tren de la Historia”. Pues es bien conocido que a partir de los años setenta y, sobre todo,
durante la pasada década, una serie de historiadores han ido acometiendo el estudio del
fenómeno cinematográfico desde unas perspectivas más sociológicas que estrictamente
fílmicas. Por otra parte, el estudio del cine como mero arte es, hoy por hoy, una materia
algo estática; mientras que su profundización como reflejo de las mentalidades de la
sociedad y como materia auxiliar de la Historia resulta una ciencia más dinámica, en
constante evolución y desarrollo metodológico. Sobre el arte de las imágenes fílmicas
–movimientos, estilos, escuelas, grandes autores… – está casi todo prácticamente escrito y
discutido, pero acerca de sus posibilidades investigativas –las relaciones entre Cine e
Historia–, queda mucho camino por andar; es más, resulta todavía un pozo sin fondo».

Consulta el artículo completo aquí.

Cantares de una revolución.

Ramón Lluís Bande y Nacho Vegas.

Cantares de una revolución es un homenaje a la revolución asturiana del 34.

Hecha con mimo por un asturiano, la película entrelaza con verdadero gusto retales de memorias, canciones, fotografías, entrevistas… En definitiva, un pasado que vuelve, que irrumpe, que acontece en el presente. Como en el paseo de Nacho Vegas por el Pozo San Vicente, vetusta propiedad casi mitológica del Sindicato Minero Asturiano; o los relatos de las torturas sufridas por los presos revolucionarios leídos en bocas de savia nueva en la que fue la Cárcel Modelo de Oviedo.

Bande acude a los cantares, a la música, como hilo conductor de su relato, como el dique de su puente hacia el pasado. Y las imágenes vibran diferente con la melodía y las letras de Habanera Roja, Asturias, tierra bravía, Artilleru o les Coples del 34. Las adaptaciones acústicas de Vegas a los temas que ya recuperó el grupo asturiano Xana son maravillosas.

El documental recorre la toma de los cuarteles, la cruenta batalla campal con Oviedo de escenario, la barbarie del tercio y los Regulares en los barrios periféricos de la capital, la organización de la paz… Uno de los puntos fuertes del trabajo de Bande es la documentación previa: las narraciones de Belarmino Tomás, Juan Ambou u otros protagonistas del ochobre asturiano están extraídas de obras bibliográficas de referencia que aparecen en los primeros compases de la película. Bande quiere llegar al gran público a la vez que incitar su interés hacia lo ocurrido, estimular su curiosidad para ir más allá de este documental.

Las reflexiones del autor, lo filmado y lo descubierto a lo largo del proceso de creación están recogidos en Cuaderno de la revolución (Oviedo: Editorial Pez de Plata, 2019): un libro breve, precioso gráficamente, personal, prácticamente una caricia.

Sin duda, estos frescos trabajos del director gijonés ensanchan desde la ternura la memoria colectiva de la revolución asturiana. Y quienes no queremos olvidarla sólo podemos dar las gracias.

Irene Vigil Noguerol