Museos, esos textos que ordenan de acuerdo a un invisible patrón que puede ser democratizado con la intervención de los ciudadanos. Acostumbrados a esconder su entramado, los museos han ido desvelando sus tramas hasta desplazarse de sí mismos e incorporar al visitante ante sus posibilidades críticas y participativas.
Introducimos la sección «Museos» con un texto bien representativo de lo que ha sido la revisión del concepto en estas últimas décadas. Un texto de Lisa Roberts, bien conciso y crítico, con líneas de apertura sobre el carácter textual que los nuevos museos plantean.
Lisa Roberts, From Knowledge to Narrative. Educators and the Changing Museum, Smithsionian Books, 1997.
«La necesidad de evolucionar desde el conocimiento a la narrativa», esta breve frase describe una profunda transformación en la manera de pensar que durante el último medio siglo ha agitado a los museos y a otras instituciones en la industria cultural y del saber. Se refiere, fundamentalmente, a un cambio radical en la forma de definir «Conocimiento»: enunciado que salta de hechos verificados a significados construidos socialmente. Esta idea de que el conocimiento es una construcción social, cuestiona, por otro lado, la autoridad del conocimiento científico y positivista que genera dicho conocimiento, ya que la construcción «de todos» se valora a su vez como una especie de «narrativa».
Si bien estos cambios tuvieron lugar, en gran medida, en el contexto académico, los museos también se vieron afectados en su papel más formativo como productores de conocimiento. Pero, fue en su labor como comunicadores del mismo -desde su trabajo de exposición e interpretación pública-, donde el impacto se sintió más profundamente. Si el «conocimiento» es una narrativa construida, se podría entender entonces que los objetos que se exhiben en los museos tienen múltiples significados, según el contexto en el que se visualizan y definen, y el modo en que se interpretan y exponen.
Para los educadores de museos, este fue un momento muy importante, porque otorgó a su trabajo una nueva base y autoridad profesional. Como especialistas en pedagogía, comunicación y visitantes, los educadores representaron los intereses y necesidades de una amplia gama de audiencias, todas con distintos antecedentes, motivaciones y perfiles culturales. Fueron los que abogaron por defender perspectivas e historias alternativas, transformando la forma de narrar las historias que reflejaban el mundo de los visitantes. Estos profesionales llegaron a convertirse en los revolucionarios de los museos, desafiando el status quo y exigiendo una autoridad compartida para determinar qué tipo de conocimiento y de narraciones se iban a crear para su público.
Con el tiempo, estos cambios pudieron justificarse en muchas ocasiones, ya que los estudios de visitantes y la práctica educativa, incluido el marketing, mostraban la necesidad e importancia de hacer que los museos fueran verdaderamente significativos para su público. Y al mismo tiempo que la educación sigue siendo una misión central en la mayoría de los museos, es habitual hablar de «interpretación», «mediación» y «experiencia del visitante», utilizando un lenguaje que se adapta a múltiples significados y narrativas. Estos cambios definen la entrada a una era marcada y dominada por nuevas formas académicas y museológicas de entender las colecciones de los museos.
La palabra clave es «equilibrio». Debemos recordar que los estudios de visitantes no son lo único importante, ya que esa construcción narrativa se aplica, indistintamente, tanto a los profesionales de los museos como a sus visitantes. Si bien esta idea podría interpretarse como un cierto menosprecio a la autoridad institucional, el hecho de que los museos deban estar comprometidos en la construcción del significado, se convierte en una realidad bastante liberadora, alejándolos de una especie de neutralidad absoluta. Siguiendo esta línea, los museos podrán tomar una posición activa, proponiendo interpretaciones y exposiciones que apoyen sus propios intereses y valores institucionales de misión. No podrían estar mejor posicionados para desempeñar un papel verdaderamente relevante de cara a la sociedad.
Los museos son, por definición, instituciones sociales, pero los tiempos deben decidir cuál es su papel más adecuado en función de la sociedad con la que habitan. Aunque pueden defender misiones que han perdurado durante décadas y generaciones, los museos son responsables de manera inmediata ante una audiencia que es contemporánea, y que existe dentro de una serie de condiciones sociales y de problemas que enmarcan la forma en que llevan a cabo sus misiones.
Es difícil determinar si las condiciones actuales resultan más apremiantes que las del pasado, pero hay al menos dos desafíos críticos exclusivos de nuestro tiempo. Nos enfrentamos a la posibilidad real de un cambio planetario masivo, incluso a transformaciones que ponen a la Humanidad al borde del abismo a causa de dos amenazas sin precedentes: los cambios irreversibles en el clima de la tierra y la proliferación descontrolada de las armas nucleares que están en manos de sicópatas. Si vamos a tratar de encontrar soluciones a estos o a cualquiera de los muchos otros problemas sociales a los que enfrentamos, una cosa es cierta: esas soluciones aparecerán solo si somos capaces de encontrar la manera de comunicarnos y resolver problemas a escala global. Necesitamos aprender a ver a través de las fronteras y de los límites de nuestros países, religiones y nuestro lugar en la sociedad para encontrar un terreno común como seres humanos.
Y todo esto ¿qué significa realmente?. Entre otras cosas, que los museos deben abrazar su función narrativa con valentía y objetivos bien definidos. Significa, también, reconocer la urgencia que hay detrás de su papel como instituciones sociales para experimentar/innovar sin miedo, y significa pensar creativamente sobre el modo de desarrollar su trabajo. A veces, este último es el mayor desafío de todos: imaginar nuevos modelos de práctica cuando muchos museos están ligados a viejos hábitos mentales. A continuación os mostraremos algunas consideraciones para pensar creativamente sobre el trabajo de construcción de esas narrativas tan necesarias.
La interacción social, la introspección personal, la diversión, la sorpresa y, sí, la curiosidad y el aprendizaje, constituyen una serie de motivos que van evolucionando, razones cambiantes por las que los visitantes acuden a nuestras museos. Un número creciente de estos está ampliando sus propios propósitos y actividades más allá de lo tradicional -ya sabemos, aquello de «recopilar, educar, investigar»-. Por otro lado, los ejemplos de prácticas públicas innovadoras están dispersos a lo largo de la historia de los museos, pero es hora de poner un poco de orden atendiendo a las siguientes consideraciones:
- Los museos deben crear un discurso cívico: en este momento, nuestra sociedad se ve acosada por una grave falta de comprensión, empatía, respeto y tolerancia a las diferencias. El racismo va en aumento, con poblaciones marginadas, como son los inmigrantes, que son víctimas a las que se les asigna una gran cantidad de males sociales. En la medida en que los museos tienen y representan herramientas de la cultura humana, están en condiciones de ayudar a poner voz y entendimiento e iniciar un discurso compasivo sobre los problemas a los que todos nos enfrentamos.
- Trabajo social: como instituciones sociales, los museos a veces participan en diversos tipos de trabajo social -si bien, a veces no se denomina así- empleando lo que muchos llaman el «poder transformador del arte y la cultura», tratando de mejorar la vidas de la clase obrera, inmigrantes, discapacitados y otros sectores de la sociedad que padecen el riesgo de la marginación. Como importantes instituciones sociales con una misión pública que son, los museos deberían asumir este rol y encontrar nuevas formas de utilizar sus recursos y fomentar asociaciones creativas para servir de manera eficiente a las comunidades más vulnerables de la sociedad.
- Experiencia afectiva: cuando las personas entran en contacto con los museos, se espera que sea a nivel sincero y seguro. Tan importante es la experiencia afectiva en el impacto general que se articula como el objetivo en sí mismo. Son, además, clave en el proceso de aprendizaje. La experiencia positiva y afectiva es una relevante y efectiva herramienta de comunicación, porque induce el tipo de mente abierta, relajada y receptiva que es ideal para que se dé el aprendizaje. Si los visitantes pueden sentirse emocionalmente conmovidos por su experiencia con nuestras colecciones, serán más receptivos a mensajes más didácticos.
- Transformación personal: los museos son los coleccionistas y cuidadores de un increíble patrimonio cultural y natural. Lo que hacen con esa herencia, cómo la interpretan, la muestran y la comparten, también los convierte en agentes de las emociones humanas: inspiración, nostalgia, maravilla, tristeza, pesar, incluso enfado. Los museos son instituciones sociales, pero también entes cuyos valores y creencias serán reforzados o transformados por sus experiencias. Y son estas experiencias las que nos mueven a hacer un cambio, a mejorar una relación, a llegar al otro lado del túnel: aquellos actos que definen la comprensión que tiene la gente del mundo y su lugar en él. Esta es la experiencia afectiva en su máxima efectividad.
Y si seguimos pensando en nuestros públicos, podemos recordar algo relacionado con la comunicación, que, aún siendo un concepto muy manido, no por ello es menos verdadero: el medio es el mensaje; los medios por los cuales nos comunicamos dan forma a la manera en que se reciben nuestros mensajes. Los museos han empleado tradicionalmente formas verbales didácticas, a menudo escritas para comunicarse con el público en lo que respecta a sus objetos. Ha sido el enfoque preferido por curadores y otros académicos eruditos, cuyo ego y formas de exhibir han dominado durante años y años las salas de los museos. Los educadores y los defensores de los visitantes luchan para cambiar todo eso, aportando nuevos tipos de lenguaje y estrategias de comunicación a lo que se entendía que eran audiencias selectas y especializadas. No obstante, las formas físicas del texto (etiquetas, carteles, folletos) siguen siendo el portador estándar de los mensajes del museo, aunque ahora existen muchas otras alternativas.
- Medios digitales: esta es probablemente la mayor alternativa, pensando en la gran cantidad de personas que ahora se conectan, usando una gran variedad de dispositivos personales. Los visitantes se involucran con los museos antes, durante, después e incluso en lugar de su visita al museo utilizando aplicaciones personalizadas, medios sociales, MOOC gratuitos, bases de datos de colecciones, sitios web receptivos, proyectos de actividades en línea y similares. Herramientas digitales como estas hacen que los museos y sus colecciones sean accesibles literalmente en todo el mundo. Los nuevos medios facilitan la provisión de múltiples significados a un nivel que no se ve con la física.
- Arte «interpretativo»: es la naturaleza del arte transmitir algo: una representación, una idea, una experiencia. Como tal, el arte puede emplearse como un medio de comunicación propio, es decir, arte intencional «interpretativo» diseñado para entregar un mensaje o experiencia concretos. No se concibe el arte para ser interpretado, sino como un mecanismo o vehículo para la interpretación en sí mismo, empleando un vocabulario alternativo que permite mover el lado afectivo, emocional y derecho del cerebro.
- Voz alternativa: mientras que el arte puede ofrecer un tipo de voz alternativa basada en vocabularios de forma, nuestros modos dominantes de comunicación todavía emplean palabras. Los museos podrían ser buenos usando un lenguaje atractivo y accesible para interpretar sus colecciones, pero se puede hacer mucho más para experimentar con formas lingüísticas como la poesía, los dialectos y la historia comunitaria. De esta manera, no solo se representan diferentes narrativas, sino también formas diversas, incluso originales, para expresarlas.
- Espacios alternativos: los museos se están moviendo cada vez más fuera de sus muros, desde reinos digitales a entornos asociados (hospitales, centros comunitarios, aeropuertos, etcétera.) Además, los visitantes se involucran con más espacios tipo exposición en forma de galerías emergentes, exposiciones móviles, en parques y otros espacios públicos, arte callejero, memoriales improvisados y exposiciones comerciales. Vale la pena prestar atención a este tipo de espacios porque, en general, son gratuitos, accesibles y fáciles de relacionar, pudiendo ofrecer herramientas alternativas para conectarse con los visitantes. La esperanza, por supuesto, es que llegue un día en que este tipo de prácticas no sean «alternativas» sino «normativas». Como educadores y defensores de nuestro público, nos corresponde a nosotros continuar presionando por estas y otras formas de interpretar los muchos mundos que pueden alojarse en nuestros museos y ser disfrutados por los visitantes.
Una de las características definitorias de nuestro tiempo es la globalización casi completa del mundo: nuestras telecomunicaciones, nuestras economías, pero también nuestro ser. Nunca hemos sido más conscientes de la multiplicidad de culturas, sistemas de creencias, valores, formas de vida que coexisten en nuestro planeta. Cabe destacar, asimismo, la diversidad que también tiene lugar en las instituciones dedicadas a su preservación. Esto ha provocado tanto una gran visión como un profundo malentendido. Ahora, más que nunca, nuestro mundo necesita personas e instituciones capacitadas para la interpretación, que puedan salvar las diferencias y facilitar la comprensión. Los museos son perfectamente adecuados para asumir este papel. Al ofrecer una plataforma para interpretar, conectar y ayudar a entendernos unos a otros, se convierten en foros para la negociación de significado. Y, hoy por hoy y en esta época, ese es un tipo de acción social de primer orden e importancia.
Y para abundar más en esta noción de museo que se centra en lo que el museo dice y hace con nosotros, os proponemos un fino documental elaborado por las investigadoras Marisa González de Oleaga, María Silvia de Liscia y Ernesto Bohoslavsky: «Museos de Bolsillo», un documental dividido en tres partes donde se analizan las costuras que el museo teje sin que, en general, nos demos cuenta de su capacidad para intervenir en la conciencia de los públicos. Si lo quieres ver, pulsa aquí.