Terminó un encuentro lleno de reflexiones en torno a la función de la historia pública en sociedades cuyas relaciones con el pasado se han vuelto cada días más complejas y plurales, especialmente por el desafío que a las instituciones historiográficas tradicionales les supone la presencia de ciudadanos historiadores cada vez más conscientes de sus funciones como actores del pasado y de autores de relatos. Comenzamos el coloquio con una mesa donde intervinieron Francisco Erice y Jesús Izquierdo Martín, con posiciones distintas sobre la relación entre tutela o corresponsabilidad del profesional de la historia y el ciudadano historiador, pero también con muchos puntos de encuentro que nos hicieron pensar y reflexionar sobre nuestra práctica de la historia pública. Y proseguimos la actividad con algunas experiencias del profesional de la historia en el quehacer de la historia pública. Ruben Cabal Tejada, Eduardo Tamayo Belda y José Carlos Rueda Laffond hablaron de las posibilidades de los distintos formatos de representación del pasado, de sus bondades y de sus problemas, pero destacando su buen conocimiento de otros lenguajes posibles. Continuamos, ya por la tarde, con una intensa reflexión sobre las políticas de la memoria y su vinculación a la historia pública: Agnès Delage y Zoé de Kerangat entraron a analizar el revisionismo contemporáneo en la literatura histórica española y los vaivenes de la temporalidad que resultan de la exhumación de fosas comunes del franquismo en España. Continuamos el coloquio con Evelyne Ricci, Patricia García Ocaña y Misael López Zapico, los cuales entraron a discurrir sobre el influjo del teatro en el pasados, como artefacto que crea distanciamiento de los espectadores respecto a sus lugares comunes, obligándolos a pensar históricamente; la tensiones que se abren en el cómic como dispositivo biográfico que provoca la interpretación del pasado a través de la imagen; o la música y las letras como repositorios de la memoria que desatan en los ciudadanos identificaciones y distanciamientos. Y terminamos el primer día del coloquio internacional con un diálogo rico en experiencias entre un historiador -Robert Coale- y un ciudadano historiador bien conocido entre nosotros por ser uno de los autores más prolíficos de la novela gráfica española: Paco Roca. Un excepcional diálogo lleno de aristas sobre la colaboración que implica la historia pública.
En el segundo día del coloquio fueron protagonistas los ciudadanos que, en su práctica cotidiana, ejercen de historiadores, a veces con el concurso del profesional. El escritor y autor de la novela “Maquis”, Alfons Cervera, habló con David Corominas Botana y Jesús Izquierdo Martín, en una charla distendida, pero llena de matices, detalles, insinuaciones del encuentro entre el pasado y la literatura, entre la ficción que torna realidad y la realidad que se vuelve ficción. Fueron casi dos horas de descubrimientos mutuos, muy limpias y claras, como es la personalidad de Alfons. Y terminamos el coloquio con una mesa lleva de experiencias de ciudadanos que se acercan al pasado desde distintos lugares de producción: la cantante y autora Mercedes Ferrer nos sumergió en la relación entre acontecimiento y autoría musical, a través de su canción “Madrid despierta”, al tiempo que Abel García Roure desplegó toda su experiencia en la creación y producción de la serie de Movistar + “La línea invisible”. Finalmente, Borja Ventura, periodista de coraje, nos ilustró sobre los entresijos de su libro de testimonios, “Guztiak”, sobre el final de la violencia de ETA, pero también sobre el silencio del terrorismo de Estado. Una sesión también memorable sobre los vínculos que la historia pública produce y que tanto obligan a desplegar la reflexión entre historiadores que pretenda apoyar la democratización del conocimiento.
Una vez más, desde la AEHP queremos dar las gracias a todos los que estuvisteis presentes y colaborasteis en la buena ejecución de este encuentro, haciendo posible la interacción entre historia y ciudadanía: Marion Billard, Rubén Cabal Tejada, Ana I. Planet Contreras y Luis González Fernández. Y a todo el público que, una vez más, adquirió la función activa que la historia necesita para ser pública.
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